¿De qué sirve esperar en la guarida,
animal carroñero agazapado,
lleno de rabia airada y esperanza?
La sangre ya chorrea por la boca,
esputos sobresalen de los ojos ,
cada célula y músculo buscan guerra:
descuartizar desgarros a pedazos;
comer sobras hambrientas de futuro;
topar con cornamenta y luz de topo;
clavar garras profundas en el cuerpo;
vengarse del destino de la loba;
soñar en madriguera mil batallas;
asestar puñaladas a la sombra;
proyectar mil ataques, mil hazañas.
Repudiar el rebaño jamás sirve
porque el criterio grande gana siempre
al plan iluminado y más sensato.
La vida ha demostrado con sus años
que es preferible andar sin ser pastor
entre corderos, ovejas, borregos,
con la fuerza secreta y voz aullante
del lobo disfrazado solitario
con traje en piel ovina, piel hipócrita.
De este modo discreto pero cierto
subsiste el canis lupus corderil
sabio distinguidor de ser y estar,
egregio sin la fama pero egregio,
gregario pero egregio en lo secreto.
De la verdad el precio inapreciable
lo paga con precioso sueldo antiguo
el predador mamífero carnívoro.
El aullido demente es comprendido
por muchos monjes viejos y del campo.
Al fin la bestia, parda de oscuridad
abandonó cavernas enfermizas
se resignó al destete, y caminó
de frente.
Enfila abismos ciegos, rutas nuevas,
recorre acantilados ululante,
brinca con pata firme sin despeño.
Su mordisco no cruje en fauces propias,
ni se empañan sus ojos con la rabia,
tan sólo afronta solo solamente
caminillos de piedras y de arena,
oreando su cuerpo con sol tibio,
buscando lametones juguetones.
Animal carroñero agazapado,
¿De qué sirve esperar en la guarida
cuando la sola jungla está en la vida
y las armas son alma, voz, sonrisa?
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