viernes, 13 de junio de 2008

La dulzura está en nosotros

Buscabas la dulzura de la vida,

querías un mañana almibarado,

nunca te empalagaba lo meloso,

golosa comedora

de puro aporte glúcido.

Buscabas la dulzura de la vida

en novelas del rosa más chillón

en canciones románticas, baladas,

en cualquier chocolate,

en helados de quilo,

en nubes de algodón,

en los dramas de amor,

comedias y ficciones,

en hombres caramelo,

en hermanos de arroz

de leche merengada.

Azúcar industrial en vena y boca,

como un chute de escarcha

de frutas escarchadas.

Calmas secreto síndrome

por el tacto, los ojos, nariz, piel;

cualquier buena palabra

penetra por tu oreja

y aspiras vagamente

un polvillo molido,

la sacarina en flor,

dulces alas de mosca.

Tantas tus amarguras, tus agraces

tus bombones siniestros de licor,

tantos has degustado disgustada

que buscas la dulzura con desesperación.

Que no, que no, que no,

que eso no está en la caña,

ni está en la remolacha,

ni en comidas, ni en libros

que no, que no, que no.

Lo dulce está en tu seno,

tus manos, tu cerebro,

está en tu corazón,

alambique perfecto

que sublima la voz.

No busques, pues, en muertos

lo que ya Dios te dio;

que la crema y la nata,

la miel de apicultor,

estuvo siempre en ti,

la guardabas oculta,

eras tú la colmena,

eras tú el panal.

Mira, ya, aquella miel:

se derrama fluida

y brota, como chispa,

de la fricción de dos

(parecen pedernal,

son carbón con sabor).


© by I.M.C.

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