La soledad de diosa desconozco,
el peso de lo bello sobre el cuerpo,
el estigma rugiente del deseo,
el grito de la especie hacia la carne.
La figura armoniosa, tan perfecta,
el ser virgen de amor, inmaculada.
Actriz protagonista de tu drama
estás siempre divina, sin un fallo.
Y tú gritas con rabia “también pienso”,
y tú gritas con rabia “quiero amigos”,
lo dice tu mirada silenciosa,
el espejo callado de tu alma.
Y gritas, otra vez, “tengo cerebro”,
y gemirás, después, “ahora envejezco”.
mas debes entender, rosa lozana,
que el altar de belleza tiene precio,
que los adoradores enloquecen
al soñar con la mística del tacto.
No todos, ni los monjes más ascetas,
pueden mirar con ojos inocentes,
ni abrazar como hermanos a una diosa,
ni compartir atentos tus ideas,
ni ofrecer un regazo inconmovible,
pañuelo de lágrimas diamantinas.
No juegues con tu séquito rendido,
cásate con un dios, con o sin alma,
o baja de los cielos como todos
y escoge de entre todos quien tu gustes
pero entrégale entonces cuerpo y alma,
consciente de tu vida y de tu muerte.
© by I.M.C.
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