jueves, 12 de junio de 2008

La mies es lenta

La estación de las siembras siempre es larga,
es trepanar el suelo sin descanso,
regarlo con sudor, lágrimas, agua;
la tierra debe henchirse de esperanza
de esperanza del fruto no nacido.
El labriego confía en la ganancia,
y planta la semilla de la planta.
En terreno muy árido retoña,
a orillas del volcán de brasa ardiente,
la flor más aguerrida y más bonita;
toda tierra es fecunda si se cuida,
se araña con presteza, labra y mima
con un ritmo de pueblo, reposado.
En la siembra, la prisa no es buena
consejera. El vacío se llena.
Lo lleno se vacía. No hay más truco.
El ciclo de la vida y de la muerte,
el aguardar paciente lo que es nuevo,
el desprender paciente lo que es viejo.
Sólo en tiempos enfermos
comen los hombres necios
tomates en invierno;
el vaivén de estaciones
ni principia ni acaba
y ni Dios se lo salta.
La estación de las siembras siempre es larga.
Como gota de agua, que de tanto caer,
perfora con caricias la piel pétrea
de roca; el cultor vive su empeño,
rastilla con cariño los baldíos,
alberga confianza para el páramo,
que, en acto generoso, pare brotes
de lenta gestación, de lenta espera.

© by I.M.C.

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