domingo, 22 de agosto de 2010

La luz del norte

La luz del norte, que lleva
hacia rocío, calima,
tiene la ventaja, sana,
de ser faro en la deriva.
La luz del norte ilumnia
los chaflaones, las esquinas,
los senderos andariegos,
los rincones para besos.
La luz del norte, que siento,
susurra, con soplo fresco,
obviedades o secretos,
noticias, hechos, rumores.
La luz del norte, sin soles,
madruga por la mañana,
mas se acuesta a hora temprana
en un lecho de nostalgia.
La luz del norte, te falta,
como sobra la añoranza
que sientes por la mirada,
que sientes por la fragancia.
La luz del norte se sacia,
al hendir sablazo lúcido,
sajador de sueños pútridos,
en los ojos y persianas.

¿Dónde estás, oh luz del norte?
¿Dónde estás, dulce mirada?
¿Dónde estáis, soles, fragancias?

Muertos en la oscuridad,
vivos en nuevo mañana.

© by I.M.C.

Pater noster


No importan las fechorías,

ni la lejanía inmunda,

ni los alambres de espino,

de desamor y de olvido,

ni las cicatrices viejas,

ni las heriditas nuevas,

nada importa en el instante,

en que soñamos, pequeños,

un mundo virgen, distinto,

de ficción autenticada,

de autenticidad fingida.

Entonces cobra sentido,

lo ganado en lo perdido,

y podemos olvidar

lo dejado en el camino,

y podemos olvidar

la puta caja de pino.

Descubrimos continentes

de contenido distinto,

con sus golfos y sus cabos,

con sus curvas, con sus grutas,

con el agua que penetre,

oleadas que refrescan

la blancura de salobre.

Si bien el tiempo no para,

que no lo detienen, nunca,

las instancias alemanas,

el descuido bananero,

la magia de abracadabra,

los segundos que así pasan,

tienen sabor distinguido

cóctel de agraz y cariño.

En ese mundo soñado

copula cielo con tierra

y al aguzar el oído

se oye un jadeo divino,

música de las estrellas.

Los seres nacen de amor,

en santa lubricidad

sin pecado concebidos,

Besos son pan cotidiano,

si bien Dios no interviene

en su pasional dación.

Cierro los ojos y veo,

el altar de mis anhelos,

Veo los ojos y cierro

en abrazo lo que quiero.


© by I.M.C.

viernes, 20 de agosto de 2010

Estival frío teutónico

Sobre el silencio reina un reloj nuevo,
que marca los segundos, lo primero,
luego van los minutos, horas muertas,
entonces te despiertas, con nocturna
curiosidad de zombie que transita
por las horas del sueño sin ensueño,
preguntando: "¿por qué?, o bien, "¿cui bono?".
No sabes responder a ciencia muerta,
ni puedes aportar vivencia cierta.
Hoy sigues, por cojones, coleando
y vivito de profe en tierra extraña,
donde el vulgo programa sus afectos,
donde el culto desprecia las entrañas,
donde el calor se paga, radiador,
donde verano nombra lluvia tibia,
donde pasión parece desafuero.
Cierra los ojos, siente, vive, corre,
no perfore tu piel esa amargura
poco sublime, necia, sin altura.
Sigue buscando puertos, curvas, dunas,
recodos de dulzura, sabrosuras.
Morirás, a fe mía, pero vivo.

© by I.M.C.

Ars bibendi

Entre borrachos perdidos
tartamudos, como niños,
se escuchan tristes verdades,
verdaderos desafíos.
Los hombres que tienen frío
se calientan con el vino,
que por dentro rectifica
del corazón el olvido.
"¡Alcoholismo, alcoholismo!",
dicen psiquiatras y médicos;
otros, más mediterráneos:
"gotitas de esa alegría,
que chorrea dando alivio,
bota, barril, porrón, grifo.
Con el vino, no hay racismo,
blanco, negro, claro, tinto.
La calidez añorada
se concreta en un vasito;
el fuego de la ficción,
algunos rayos de sol,
el abrazo del amigo,
recuerdo en nuevo sino,
se destilan en el líquido
que transforma los aullidos
en risotadas y gritos.

© by I.M.C.