jueves, 1 de marzo de 2012

Juegos de manos sibilinos


Toma mi mano vieja, casi muerta,

Dame tu mano joven, no añosa ni arrugada

Que el tiempo aún no ha contristado;

Regálame esa mano, abrazadera,

Pues no soy digno de que entres en mi cama,

Señora, mas caricia tuya basta

para saber qué es bueno, bello y justo.

Conectas, sin ser diosa, con lo eterno,

abres canal de carne salvador,

tiendes con las caderas puentes vivos,

vaticinas, milagro, vicio casto.


© by I.M.C.

Anuncio de contacto

Se busca carne con beso,

rellena pero sin hueso,

rellena de corazón

para pasar las hormigas

del instante perezoso

que se relama en la miel

salivada al devorar;

con el sudor encarnado,

el tiempo acariciará

en vez de herir y arañar;



© by I.M.C.

Con pecado concebido


Saber que la caricia está a la espera

da la tranquilidad del soñador;

la certeza del otro, con su abrazo,

se torna fino abrigo,

de vida regalada;

las manos se entrelazan tontamente,

la vida se aligera, se suspende;

la esperanza guarda besos

que secretos deslizarán secretos

pormenor del amor para mayores.

Soñador soñoliento se anonada

disuelto entre futuros y nostalgias;

el sacrosanto perfume de la carne

sin pecado que concibe sin pecado

ni confesión ni fraile ni sotana

procura fecundar el placer íntimo,

que alumbra con mayéutica al orgasmo.

La seda de las palmas, terciopelo,

resulta manta ardiente al cuero hambriento

cuya hambruna es de tacto, lira y cuerda.

No cae en el anhelo de quien corre

a metas de barato esparcimiento,

a líneas blanquecinas solitarias,

el ansia de su empuje se halla allende,

en el licor oscuro del silencio

que motean las niñas, encontradas.

Las manos colombinas se encaminan

al continente nuevo de otro cuerpo,

cada vello se eriza, se yergue de sorpresa,

los poros boquiabiertos filtran huellas,

tejidas de tímido sudor y grasa prístina.

El soñador despierto queda absorto,

en trance del comercio más antiguo.


© by I.M.C.

Peropportuna mors


Si me matas esta noche,

con un beso de ésos tuyos,

que me exploran las entrañas,

si me matas con la lengua,

qué alegría.

Anegándome en tus babas,

asfixiarme en tu jadeo,

bonzo de ajena pasión.

No dará pena la anorgasmia celeste

ni el sexo de los ángeles.

Me llevo trozos de ti,

te dejo trozos de mí,

Carne procesada, fiambre.

Si me linchas esta noche,

con un abrazo de mantis,

que me mate con su tantra,

si me matas con tus labios,

qué alegría.

Te dejaré lo cotidiano:

los días lentos, perezosos,

el frío de las mañanas,

los insomnios de hipoteca,

los finales de mes sin un clavel,

las miserias rumiantes, rumorosas,

los pecadillos y lo imperdonable,

las discusiones tontas y las guerras

sordas.

Esculpe, con mi recuerdo,

para mí que te quiero pero más

quiero morirme antes por no sufrir

la ausencia de tu presencia, o peor,

la presencia de tu ausencia,

escúlpeme, te pido, escúlpeme

un busto en tu cerebro más bonito

con las noches alegres, con los juegos,

con el sudor templado del embate,

con el pellizco dulce del reproche,

con la caricia niña de las bromas.

Perdóname si cada día

fui egoísta hasta morir.

Prefiero marchar primero

y, con los pies por delante,

reposar en el olor

a santidad de tus besos.



© by I.M.C.