martes, 30 de noviembre de 2010

De brevitate uitae (Carlos Berlanga)

Un soplo de amor fugaz,
un hacer de luz, un haz,
un destello en noche oscura,
el alma de un don (san) Juan.
Fue tu destino morir
apurando en el intento
las heces del vino negro,
zumo de entraña podrida,
apurado en el intento
por el ansia de lo eterno.
Cada sorbo te llevaba
más cerca de lo inefable,
y más lejos de la vida
que rozaste con lo dedos,
que aferrabas con las manos.
Tus embates conducían
a depósitos galácticos
que en placer se diseminan.
En cada cuerpo buscaste
la belleza de las mentes
expresada entre las carnes.
Si da lo mismo no da
dando o dejándose dar:
cada entrega es un regalo;
cada regalo, lo más.
Viviste de lleno el siglo,
alcanzaste su mitad.
Más vale un gemido intenso
que un estertor sin final.

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