domingo, 31 de mayo de 2009

The longest night

Qué noche, larga y cruda, inexpugnable,

las neuronas no abrigan, sólo piensan,

la sinapsis sinopsis nada vale.

Esperando una caricia

se traspone mi sustancia,

gorgoritos nos acunan,

mis ronquidos hasta el alba,

gorgoritos nos acunan,

a mi soledad y yo,

abrazado y abrazada.

Esta noche no me quieres,

esta noche nos separa

una línea delicada

la que dista tantos metros

entre mi casa y tu cama,

entre tu cama y mi casa,

No será aquesta noche,

¡qué desgracia!

no habrá ni besos tontos

ni las dulces guarradas,

ni las dos horas locas,

ni los cinco minutos,

ni el "perdón, me he corrido",

ni el "cabrón, que no llego".

Hoy ordenaré mi sexo,

hoy ordeñaré mis metros,

levantaré en tu honor un parapeto,

la tienda de campaña solitaria;

las horas de esta noche, pues no vienes,

cincelaré tus besos en imágenes,

consuelo miserable de soñarte.

Penelo, penique fuera

moneda de tu desdén,

perro que ladra a tu puerta;

la cabina de la esquina

me devuelve tu voz nueva

pero yo me siento Ulises

en la noche más abyecta.

No será aquesta noche,

¡qué desgracia!

Serás carne de poema,

carne de cañón y letras,

estigma de desmemoria.

Recorreré la noche de sirenas,

en busca de la sima que me acoja,

que entienda mi congoja por tus besos,

y buscaré en las rocas tu mirada.

© by I.M.C.

Siendo

Oh fango aquilatado por orfebres,
curtido con navaja de barbero,
lustrado por leprosos del deshielo,
bazofia del vicio y vezo,
divinal chispazo en cielo.
¡Cuán difícil es ser hombre!
¡Cuán difícil es ser hembra!
¡Cuán difícil, ser mujer!
¡Cuán difícil, ser macho!
¡Cuán abstruso simulacro!
Prefería ser costilla,
tuétano y recubrimiento,
nada de destino cierto,
adánica niñería.
No soñar, que está prohibido,
no volar, Ícaro a tierra,
no pensar, balanza viva.
Ojalá tuviera impulsos
eléctricos como autómata,
y no me matase el pulso
ni esta taquicardia lenta,
ni esta braquicardia rauda.
Pero el corazón, de carne,
da saltitos a su ritmo,
que tiene dos orejitas,
que tiene, también, dos tripas:
las dos primeras escuchan
las frecuencias inaudibles,
del alma perrunas guardias;
las dos segundas digieren,
con su jugo rimbombante
navajazos y estocadas.
Oh fango aniquilado por orfebres,
aflora de una vez cual oro eterno,
incorruptible cuerpo en fusión fría,
derrámate dorado sobre Dánae,
descomponte mercúrico, plateado.
Curtido con navaja de barbero,
coquetea con filos flirteantes,
sin surcar la llanura de tus venas;
lustrado por leprosos del deshielo,
lava con agua santa toda llaga,
sé grano de mostaza putrefacto,
ser de luz con alma magna.
bazofia del vicio y vezo,
mea en cuencos de manos,
caga en cuclillas sanas,
bebe a sorbos ansiosos,
come platos lejanos,
eructa, escarba, escupe,
pede, maldice, hiede,
folla cual fuelle antiguo,
con un aliento cálido,
con el soplo del fuego,
derrama flor y nata,
¡no es dispendio!
Atonta con tus cantos cancerberos,
no vuelvas la mirada, sigue recto,
explotarás sin más, en un momento,
serás un divinal chispazo en cielo.

© by I.M.C.

Oda del gran masturbador

Existir ¿todavía?

¡Nada, nada!
¡Nada, nada!
¡Todo, todo!
¡Todo, todo!
¡Tiempo, tiempo!
¡Tiempo, tiempo!
¡Y yo en medio,
y yo en medio!

© by I.M.C.

El precio de un poema

Hacer poesía a kilos,
como trapero barato,
parece tarea fácil,
juego de tedio y regalo,
pero se requieren manos,
pero se requieren mano:
unas manos solitarias,
que persigan distraídas
palabros y palabrillas,
sentimientos sin cuartilla,
que acaricien sudorosas
la piel áspera de un lápiz,
en vez de adentrarse en muslos,
más tiernos que gelatina,
de dureza diamantina,
estrechos como una mina.
El precio del orgasmo literario,
a veces gatillazo, a qué negarlo,
asciende a descendencia no encargada,
a feto que se aborta en el camastro,
al reclamar la hembra espaldarazos
que con gusto daría todo macho,
y recibir respuesta de rechazo.
Escriba imperativo del adentro,
dictado sin dechado de lo oculto,
obliga a no yacer por poesía,
parentética vuelve ansia canina,
mientras las musas vuelan, dolorosas,
con la vaina ofendida pero intancta.

© by I.M.C.

Recuperar la voz

Di versos diversos
a quien los pidió,
tanto di que luego
mi voz se apagó.
Me quedé sin voz,
me quedé sin voz.
Afónico, seco,
ciego, mudo, ¡no!
Blandamente cae
sirimiri salado,
pezcuezo en mi orvallo.
El agua remoja
mi garganta seca
deshaciendo el nudo
de mis entretelas,
vocales, bucales
nuevas cuerdas pueblan.
La saliva ajena,
servida con lengua,
me inflama, me quema,
escupo palabras
como un lanzallamas:
cuánto es mi contento,
qué gozo en mis saltos,
espíritu de vino,
espíritu divino,
sirvo de mi cántaro.

© by I.M.C.

Morse de besos

No soy profesor de nada,
vivo de enseñar ensueños,
que me persiguen insomnes
en las noches sin mañana.
Esta tarde, sin embargo,
esta tarde tengo ganas,
de darte lecciones largas
de cosas casi olvidadas.
Dibújame en tu cuerpo cien renglones,
una guía imperdible,
un gran circuito,
deja que saque punta a lengua-pluma
y que te dicte lento versos vivos,
en un lenguaje ciego pero tierno:
el morse de mis besos en tu cuello.

© by I.M.C.

Partos de soledad

En un vaso sin fondo, sin retorno,

caen gotas de silencio que no impactan

en superficie hollada por humanos.

Un bufido escultor cincela gérmenes

al saco de bacterias avenidas,

convivientes atónitas en cuerpo.

Las curvas y las rectas de la carne

guardan la proporción del oro blanco,

un aleteo griego milimétrico.

Los pensamiento vuelan al vacío,

batiendo y rebatiendo blancas alas,

ingrávidas gravídicas, absortas.

El soplo de los verbos encarrilla

las ansias devorantes de la nada,

carnívoras, omnímodas, letales.

Crisol, edad tardía, de tristeza,

alquimista paciente busca piedras

que lapiden el odio a la inocencia.

La distancia entre dos átomos

se refleja con la flecha

(Zenón de Elea lo enseña):

esa distancia es eterna,

¡es eterna!

¡eterna!

como la muerte y la guerra,

y los verbos son las soga,

trenzada con tela lenta,

que cautivará tu lengua.

Penetrarán en tu oído

con la fuerza de la piedra:
sordera pedirás al violador,

al que escupe palabras en tu oreja,

a quien se adentra en ti, sin que lo quieras,

a quien te hiela el alma, aun a sabiendas.

Y todo callará.

Encinta del dolor, iluminada,

despertarás después, luz de mis sueños,

transida del dolor, pero fecunda,

antojosa, apetente comerás

espuma de mañana anaranjada.

Parirás a un gigante enardecido,

parirás a un enano resignado.

Entonces serás libre.

Entonces serás madre.

Comprenderás, por fin,

la tristeza infinita del amante,

cuando choca y no funde los anhelos,

pues tuviste en tu seno vida toda,

que cesó de ser tuya por cesárea.

Estamos siempre solos,

de psiquiátrico,

migas en la panera, desencanto.

Despiérteme de este sueño,

loco, tonto, malo, bueno

el Cristo que lo fundó,

o su amigo Calderón,

Dios es per negationem, dirá el sabio.

ignaros de su existencia, vivamos

mientras tanto,

que no es poco,

vivamos atque amemus, por un día.



© by I.M.C.