jueves, 12 de junio de 2008

El lienzo del silencio

El lienzo del silencio
se puebla con pintura,
con colores de vida,
con gotas de saliva;
el pincel es la pluma,
estilete quirúrgico,
que disecciona vidas,
desvelador de entrañas,
escalpelo querúbico.
Pero hasta ese momento
de desflorar con verbos
la virginal pureza
de la página en blanco,
el creador espera
en soledad amarga
al Creador más grande,
por ver si endiosado,
lleno de dios, de nada,
de todo, de palabras,
alcanza a penetrar
secretos indecibles
que consigan llenar
el lienzo del silencio.
Mas esa espera es ardua,
más esa espera es ardua
que la vida sin alma;
es camino de espinas,
desamparo, calvario,
dolor de intimidad,
guerra intestina, propia,
noche sin manta ni alba,
compañía sin besos,
sin roce, sin caricias,
reflexión eremítica,
convivencia desértica.
Esa espera no es
y no deja de ser.
No hay ecuaciones válidas,
buenas correspondencias.
Todo se halla en esbozo,
deviene, está, subsiste.
Certidumbres seguras
quedan desdibujadas
con la proximidad,
los trazos, los contornos
aparecen borrosos,
angulosos perfiles.
Todo se vuelve urdimbre,
tejido sin atar.
Que la verdad o Dios,
el amor o la paz
crecen inasequibles
como crece el pensar
cuando un mortal pretende
definir, limitar.
El lienzo del silencio
difícil de rasgar,
difícil de pintar,
y todos, sin embargo,
preferimos hablar,
empañar con aliento,
espíritu vital,
el cuadro de la muerte,
el lienzo del silencio.
© by I.M.C.

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