Mendigo de amor te pido
migajas de besos,
limosna de afecto,
que el traje solitario queda grande
incluso al lobo viejo y estepario;
que el fuego junto al fuego mejor arde,
que dos gotas, juntas,
serán gota más grande.
Yo soy un alma hambrienta
de lo eterno:
consciente de la muerte,
no busco extensión ilimitada,
sino el calor más tierno
en un instante efímero y perpetuo;
La cópula serena
vivida en fuero interno,
donde (olvida la carne)
se funden los adentros,
donde se encarna el verbo
haciéndose silencio;
donde corren parejos
fluidos, amor, aliento.
A la puertas del templo más antiguo
está postrado
mi corazón sediento
de compartir su sangre,
de regalar su risa,
de evaporar el agua de su llanto
(lo demás, al salero).
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