viernes, 12 de septiembre de 2008

Volver al niño sin llanto

Yo no quiero llorar nuevas tristezas
si las antiguas fueron de sal y agua
en trago que recorre ojos a boca,
un tirador de espuma sin cerveza.
Prefiero carcajadas de malcuerdo
que desternillen todas mis tornillos
en un torrente acuático y alegre.
La lágrima indignada de la ira
que busca la justicia con la vida.
Llorar por pena, no. Llorar de risa.
Saber vivir es juego de perder
y de ganar, depende de las cartas,
del tapete, del tiempo, de tu mano.
Yo no quiero llorar nuevas tristezas,
más bien recobro a veces un jardín,
bendito paraíso de inocencia
donde habitan los niños sin cabeza
mientras la muerte muere ante la vida
los seres sin pecado concebidos
brincan, escupen, gritan, se sonríen
en el espejo limpio de otros ojos
que anhelan renacer día tras día,
sin pensar en ayer, sólo sintiendo,
sin juzgar el ayer, sólo viviendo.
No hay lentes de prejuicios en su rostro,
su boca de pureza también hiere
cuando no escamotea la verdad.
En rincones de verbos busco campos
de verdor cantarín en mar calmado,
allí se me zambullen pensamientos
infantiles, sin habla, anonadados,
respiran bajo el verde sumergidos,
persiguen las corrientes y los granos.
En ese mar nutricio de semillas
florece corazón, sentir, pasión,
la trinidad florista del amor;
el llanto se disuelve en alegría,
en paz de la mirada y la palabra.
Todo se torna fácil si respiras,
trabajar, aprender, luchar, leer,
comer, beber, amar, nacer, morir.
Todo se torna fácil si respiras,
los aires inspirados del espíritu
que guardas en tu seno de adultez:
la vocecita tierna de bebé.

© by I.M.C.

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