Yo también nací aquí, y permanezco
en la eterna habitación oscura,
aúllo, grito, gimo, desespero,
roto por dentro, malnacido.
Yo también camino, como Escribá,
pero en el otro sentido.
Autarquía afectiva, sin dolor, sin amor,
un parto lagrimoso y solitario.
Yo también quise, un día, ser amado,
admirado, querido, respetado.
no morir por mis hijos, vivir en ellos,
mirar y reflejarme en tu mirada;
que la vida, tan dura,
doliese un poco menos;
todo el amor del mundo
sería mi regalo;
todo el amor del mundo
esperaba de ti,
y en exclusiva.
Y cosas más prosaicas:
coche, casa y un perro.
Ahora no tengo nada,
ni padres, ni querencias
ni el saber del filósofo
que sabe que no sabe
ni el saber del filólogo
que confía en las letras,
ni el saber del teósofo
que habla con Dios y ríe,
ni el saber matemático
de dos y dos son cuatro.
Fuiste mi antídoto
contra el vacío.
Y, una vez, creí estar lleno,
de pura paz y amor.
Lleno de ti.
Yo tan maltratador, y tú te fuiste.
El vacío de mi vida,
que así es, será y fue,
no lo colmará ya ningún amor,
ni semen, ni saber, ni otras victorias,
Por eso, un muerto en vida, gris
como el más negro de los blancos,
viviré entre recuerdos polvorientos,
errando sin perdón ni brújula,
incapaz de ser o de hacer felicidad.
© by I.M.C.
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