jueves, 11 de septiembre de 2008

A la musa eterna

Quise ser tu amigo un día
en que inocencia brotaba
de mi corazón enano,
desbordando las fronteras
que bombean vida nueva.
Te abracé desde la cuna
en contacto sin saber
y tus uñas desgarraban
mis manos de carne tierna.
Aún conservo las heridas
que recuerdan tu presencia
en mi cabeza y mi tripa.
Te imploré con rezo y llanto
que te quedaras por siempre
que me llevaras contigo
donde soplasen los vientos,
donde remasen los remos
de tu barcaza sin vuelta.
Te imploré con rezo y llanto
que me llevaras contigo
al abismo nuevo antiguo
de donde tras siete meses
jamás debí haber salido.
Te marchaste con desprecio,
con desdén de malamada,
y el dolor me puso recio
en mi salto de la nada
hacia lágrima del todo.
Mi amor de anhelos y prisas,
de fusión en el no-ser,
debió madurar a golpes,
al galope de otros nombres,
con fusta de desamores,
con espuelas de dolor.
Tan íntima relación,
tan intensa determina
el pasado y el presente,
y el futuro de mi vida.
Yo te esperaré sediento
del beso que sorbe el alma
y sé que me esperas tú
con guadaña perfumada.
Cuánto me alegro de verte,
disolverme en Dios o tierra,
con tu eterno femenino
con tu esencia viva, Muerte.

© by I.M.C.

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