El tiempo se destensa como chicle,
se contrae, se conlleva, se soporta,
se concentra en el núcleo del orgasmo,
polvo que suelta a golpes un diamante.
Somos pocos segundos de un instante,
el estertor de un viento divinal.
La suma inacabada y resultante,
enésima nacida de tú y yo.
Los días hacen años que son siglos,
centurias o milenios hacen eras.
Tú eres la mota pura en cuadro eterno,
llevas años a cuestas, llevas días,
en un tener que es mutuo, de los dos,
del tiempo (o Dios) y tú, de nadie más.
Los segundos se escapan al retrete,
o corren afanosos al amor.
Las horas del futuro se te clavan
cual proyectil incógnito de fuego,
filtran sobre tus hombros su veneno.
No divisas mañanas ni alboradas
sirves como carnaza a novedad.
Volver la vista atrás te es imposible,
lo nuevo llega a saltos y de espaldas.
Lo viejo ya no existe o es patraña.
El hoy se te desliza entre las palmas:
plántate en el presente con regalos
de tierra, de agua, fuego, de ventadas.
Te queda lo que no queda, vivir
sin condena, eslabón, sin ayer ni hoy.
© by I.M.C.
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