martes, 23 de septiembre de 2008

Nosotros: la escisión sombría

Anoche te vi tan triste

que no quise ni tocar

tu piel ajena y distante,

ni mirar en el vacío

de tus ojos abismados

en un torrente de llanto

que te brotaba hacia dentro

en puchero de mal caldo.

Anoche no me dijiste

si te dolía la espalda,

si te pesaba la vida,

o si estabas indigesto;

anoche fue tu silencio

más duro que las palabras

que dices sobre la cama,

mascullando radiofónico.

Otras noches me llamabas

en pleno ataque de risa,

recordando planes nuevos,

proyectando tiempos viejos;

y tus ojos destilaban

agua de alegría sana,

limpia de malicias raras

sorda a las voces quebradas.

Esta noche no es así,

te domina la ansiedad

amordazada, rebelde;

reservas un monumento

de suspendidos carámbanos

hechos de frío sin prisa,

que penden sobre mi cuello

como guillotina gélida.

Cada noche que así llegas,

sólo me salva el deshielo

pero me muero por dentro,

por tu tormento de gota.

La mitad de las veladas

júbilo y fiesta me traes,

el resto del porcentaje

nos arrastras amarguras

por la calle del insomnio.

Eres tú, jamás podré

salvarte, recobrarte

para el mundo de los vivos;

tú vives al otro lado,

nos vemos en el lavabo,

o me sigues con el sol,

miras con retorcimiento,

me acompañas sin hablar;

me agotas con tu mutismo,

quiero agarrarte del cuello,

metiendo mano en estaño

y traerte del pescuezo

para que vivas conmigo

y digas con sacacorchos

lo que callas desde niño.


© by I.M.C.

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