El acto volitivo no desea,
no monta ensoñaciones de alquimista,
ni compra del lotero papeletas,
ni desdibuja presas aleatorias.
El acto volitivo sólo quiere
no admite dispersión ni otros quereres.
El acto volitivo es energía
que brinca en el origen hasta un fin
que corona y agota voluntario.
La lista de la compra de la vida
debe, pues, escribirse con cuidado
y elegir qué evitar y qué comprar:
transgénicos, coléricos, mentiras,
comandos, teleféricos, efugios,
controles del remoto desencanto,
amor, saber, abrazos, dignidad,
luz, paz, vida, verdad, felicidad.
El menú es tan abierto como el cielo
platos de autoservicio en bufet libre,
si bien cada cual pone precio vario
y escoge restaurante, calle o bar,
guiso de sibarita o rapidez,
cocina a fuego lento u olla exprés.
Algunos por momentos van perdidos
entre tantas opciones y abanicos,
unos prefieren votos delegar
otro guardan silencio todo el tiempo,
otros, menos quizás, piensan y actúan
condenados por masas rezongonas,
absueltos del temor a libertad
gracias a mano propia y a luchar.
El acto volitivo lanza cañas,
pertechos de un anzuelo bien selecto,
en estanque concreto y meditado
en busca del espécimen más raro,
nada tiene que ver con una red
que apresa sin criterio cien medianos
peces de medianía empecinada.
El acto volitivo pone miras,
encañona el futuro con mirilla
y lanza hacia el mañana su disparo
con pólvora, con ganas, con deber,
con búsqueda, con ansia, con esfuerzo.
El acto volitivo, (del latín volo)
significa querer, también volar.
Así vuela en noosfera voluntad,
las alas, reactores, el pasaje
elige su piloto o capitán.
La sola condición de voluntad
reside en la exclusiva de su empuje,
no admite más pasaje que un objeto,
objetivo, consciente, bien dispuesto.
El querer que despega sin apego
camina sin escalas al destino.
© by I.M.C.
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