¿De mi lucha sin tregua tú qué sabes?
No me importa quién eres, quién serás,
si tu yo se te sale o se te adentra,
si tu cuerpo es de macho o es de hembra.
Puedes creer que soy un ser del gris
océano que extingue cor y testa,
un autómata hueco sin cerebro
que compra en las películas y libros
las frases que no crea ni fecunda.
Puedes pensar quizás que mis palabras,
mis brazos, mis pezuñas, mi mirada
son un montón de mierda aletargada,
mojón de la apatía más asténica,
debilidad de voz, lágrima muerta.
Imaginas que miras telas cárnicas
flácidas, apagadas, moribundas,
que bailan ritmos raros, alienados,
de son afeminado, mujeril.
"No te confundas", digo, "no te turbes".
"No te equivoques", suelto, te repito
con una calma larga, conquistada.
Lo mío no es nadar entre dos aguas,
lo mío es superar el ahogamiento.
Ay, no confundas, facha, la fachada.
Mi puño y mi cabeza son de acero
batido en el dolor al rojo vivo,
bruñido con ardor por rojo blanco.
Mi corazón, en cambio, funde el hierro.
Salí sin mucha ayuda, apresurado,
del seno de la muerte fui arrancado.
Desde el primer segundo combatí
al pelear mi causa, ya perdida.
Emergí de la sangre con mi carne:
kilo y medio de rabia con premura,
ansiosa de jadear con aire vivo.
Luego vinieron cómos junto a comas
del sopor de la línea quebradiza
que separa dos barrios de existencia:
quince días agónicos, eternos,
con un túnel de luz hacia la tierra.
Al poco se colaron las secuelas
que deja la embestida de la muerte:
a veces subsistir cuesta un riñón,
a veces cuesta tanto, casi dos.
La miseria de padres primerizos
no achica los naufragios del fracaso:
lágrimas se deslizan por el rostro
grito de compasión por propia lástima.
Cartel de enfermedad que anula acciones ,
cuidados intensivos y especiales,
urnas de afecto falso, despreciable:
cerebro de genio, cuerpo de enfermo,
prohibición de jugar, saltar, gritar;
complejos inculcados en la cuna,
ineptitud rezada cada día:
"montón de estiércol sucio, tonto, estéril,
indigno de existir, del alimento",
"enano enloquecido insoportable".
A pesar del pesar que ello conlleva,
quise vivir, amar, comer, luchar.
De espaldas al maltrato y en la cara
manos curten el cuero de la infancia,
puños ablandan rostros de estudiante,
y las correas marcan territorios.
El vergajo de lengua sigue vivo:
“patán, feo, cegato, enano, basto”.
Existir en Vietnam me dejó heridas
mas me enseñó a luchar a toda costa;
por eso, algunas veces, los petardos
despiertan los destellos de mi guerra,
y quiero matar mosca a cañonazos.
Pegarse con un padre no es bonito,
ni tener desde siempre puerta abierta
para caer en brazos de la calle
cual legionario sin amor de madre.
Coraza encastillada de cerebro,
corazón palpitante pero intacto
por una mano amiga, por un beso.
La vida resultó supervivencia,
bosque de boina verde pacifista.
Además tuve tiempo para amar,
para marchar gozoso a otras moradas,
para dar todo amor, corazonada,
y despertar al lado de mujer.
Por más que mis heridas persistieran
buscaba en el vinagre pura magia,
buscaba iluminar con ojos y alma.
Tanto tiempo en guerrilla me nubló,
y mis dagas hirieron tela blanda,
que sólo de un rasguño ya lloraba.
Tomo cuanto aprendí, cuánto gocé,
me limpio hasta la próxima ocasión.
Además estudié pero no importa,
quise tener amigos que no fallan,
mis escritos, lecturas, biblioteca,
un búnker irrompible en letra impresa.
Yo ya no tengo padres ni familia,
pero tengo mi vida y mis amigos.
Recobro mis ideas anarquistas,
basadas en izquierda y disciplina;
mato con un disparo cien fantasmas,
y conquisto mi pan sin una deuda.
Tras veintiocho años sé que existo,
elijo la vivencia sin el super-,
me libro de etiquetas y de adagios.
Trato de dar amor a cada paso,
juego, disfruto, salto, me rebelo,
hablo, comparto, canto, escucho, siento.
Nadie me roza el cuerpo con violencia,
y quien me toca un pelo, me acaricia.
Por eso vuelvo siempre con lo mismo,
al orbe todo entero le repito:
sin ser titán soy fuerte como pocos.
© by I.M.C.