domingo, 5 de octubre de 2008

Voz poética

La soledad marfileña

sube por torres babélicas

en que el sabio trenza versos

con perlas de varias lenguas

recogidas en las leguas

de caminos sudorosos.

Las joyas del pobrecito

hablador que nunca calla

son labrantío de argento,

cuyo valor disminuye

ante el resplandor dorado

que emana quietudes tántricas.

Desflorar el silencio significa

asumir un papel de varón recto,

derramado en caricias y palabras,

regente de intercambio entre dos mundos,

rasgador penetrante de blancura

amorosa, turgente, lisa, incógnita.

La cumbre vertiginosa

abisma a quien la contempla

desde otra nube más alta,

persiguiendo en perspectiva

acertar en diana plena

dentro del pozo más negro,

dentro del rojo más vivo,

instalados a kilómetros;

Las noches sin gemidos

crían llanto y desencanto,

las noches sin vocablos

dan espanto.

La lucha compulsiva

con los moldes y la tinta

exige dedicación

de exclusivo sacrificio.

El arpón del cazador

pretende aguijonear,

con espuelas de carbón,

los vacíos del sonido,

recobrar a hurtadillas

presas de aniquilamiento.

Desde la torre sin cima

se afana el escultor

por guarnecer con satén

un espíritu aspérrimo

tan henchido de vacío,

lleno de puro sentido.

Un chispazo costurero

justifica todo empeño

de querer decir sin voz,

de vocear sin decir.
© by I.M.C.

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