viernes, 24 de octubre de 2008

Yin yang heracliteo

Le guardaste dos palabras

por si decirte quisiera

que la tierra no es tu tierra,

un rincón de desperdicios,

en lugar del no lugar,

piscina de negra ciénaga.

No perteneces a ella,

te estructura y te resguarda,

allí te asientas y creas,

entre sus lindes reniegas.

La sede recoge, madre,

un saco de utopías

que constelaciones alzan,

se desplazan divos astros

en transporte circular,

con regulado rigor.

Tú moras en las estrellas

cuando pierdes la mirada

que se estalla contra ellas,

el desastre te devuelve

como puñetazo diestro

a la vida del bostezo.

Macerados en delirios,

por la lluvia apuñalada,

hoces de hielo y vinagre,

tus dados das objetivos,

subjetivos das tus datos,

te encaras sojuzgamiento,

te refrenas estampado,

y lanzas el cubilete,

con sus planos infinitos

y su superficie única,

el azar que redondea

en suerte de toro muerto

tu posición aleatoria.

Cierras los ojos y mueres

para el segundo que pasa

en la vida que se escapa.

Cierras los ojos y vives

para el segundo que nace

en parietales demiurgos.

¿Qué dos palabras guardaste,

a quien calla por respuesta

en un silencio que cuenta?

Las dos palabras binarias,

de complemento sin fin,

las necesarias entrambas:

padre, madre, luna, sol,

cielo, tierra, valle, cumbre,

vaina, espada, guerra, calma,

muerte, vida, todo, nada.


© by I.M.C.

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