lunes, 6 de octubre de 2008

El sabor de vuestras lágrimas


La suma de moléculas acuosas

agregada a algún sódico cloruro

emerge cuesta abajo en lacrimal.

La conmoción deviene paroxismo

de afecto, de emoción, de sentimiento;

la alegría que explota, la tristeza;

túbulos delicados dan cabida

al galope del aliento superado.

Cualquier momento es bueno para el llanto:

responde con nobleza del esteta

al culmen del sublime simulacro

pintado en la poética de un cuadro;

responde con vigor reflexionado,

pulido por el sable de la ética,

a injusticia, dolor, maldad, espanto,

sufridos en el prójimo cercano,

bailados con baqueta en tambor propio;

responde con la urgencia del impulso

a los palos antiguos, viejas pústulas;
grita con la humildad del endiosado

que un pelo consiguió tocar con dedos

de la dicha inefable, inaprensible.

Tu pectoral albergue da cobijo

todavía a su huésped coronario;

tu cerebral albergue da cobijo

todavía a su huésped con sesera,

que por sentidos sabe, se cerciora,

y razona palabra junto a acción.

Cualquier momento es bueno para el llanto,

pero prefieres, creo, tibias lágrimas

que derrama quien roza la victoria,

quien rinde, en rendición, al cuerpo amigo,

que amasa con caricias ambrosías,

que ordeña con la lengua quintaesencias.


© by I.M.C.

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