La suma de moléculas acuosas
agregada a algún sódico cloruro
emerge cuesta abajo en lacrimal.
La conmoción deviene paroxismo
de afecto, de emoción, de sentimiento;
la alegría que explota, la tristeza;
túbulos delicados dan cabida
al galope del aliento superado.
Cualquier momento es bueno para el llanto:
responde con nobleza del esteta
al culmen del sublime simulacro
pintado en la poética de un cuadro;
responde con vigor reflexionado,
pulido por el sable de la ética,
a injusticia, dolor, maldad, espanto,
sufridos en el prójimo cercano,
bailados con baqueta en tambor propio;
responde con la urgencia del impulso
a los palos antiguos, viejas pústulas;
grita con la humildad del endiosado
que un pelo consiguió tocar con dedos
de la dicha inefable, inaprensible.
Tu pectoral albergue da cobijo
todavía a su huésped coronario;
tu cerebral albergue da cobijo
todavía a su huésped con sesera,
que por sentidos sabe, se cerciora,
y razona palabra junto a acción.
Cualquier momento es bueno para el llanto,
pero prefieres, creo, tibias lágrimas
que derrama quien roza la victoria,
quien rinde, en rendición, al cuerpo amigo,
que amasa con caricias ambrosías,
que ordeña con la lengua quintaesencias.
© by I.M.C.
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