Las musas que en la mesa me follé,
con las ansias hambrientas del licántropo,
cuya soledad pánica le aloba,
son fusión femenina de una idea.
Al lado de cuchillos y cuchillas
que cortan pan de molde o vida en vena,
aposentó su espalda, mariposa:
al principio quería destruirla,
matarla como a mosca, de un impacto,
aplastarla con peso y frenesí;
pero temprano, pronto, me rendí:
aquella enemistad nos complacía,
una pelea ardiente nos llenaba
los recipientes secos de alegría,
vacíos de las lágrimas sexuales;
yo era tábano vivo de punzada,
ella, Ío, gozosa del tormento;
- hembra de especie humana en apariencia,
guitarra musical de cuerda armónica -
aquella fue primera, más llegaron,
y todavía hoy, siguen llegando.
Las musas que en la mesa me follé
fueron, algunas veces, de papel,
mujeres de presencia restringida,
de existir contingente y más turbado,
esculturas de letras y de aliento,
variaciones del tedio sobre un tema;
fueron, algunas veces, encarnadas,
peones irredentos de mis nalgas,
torpezas implorantes de cariño,
picotazos al alma del amor.
© by I.M.C.