No sabía que me iría,
ya se lo decía yo.
Siempre le daba la risa:
"son tus cosas, son manías".
Pero aquella noche, triste,
pero, triste, aquella noche
no recuerdo si rocé
la alegría entre sus piernas,
pan negro de comedor,
pan rojo de dormilón,
sólo sé que desperté
para dejar un autógrafo,
una nota de difuntos,
o suicidio para dos,
en el que yo me salvaba
de nuestra aniquilación.
La madrugada conduje
hasta arribar a la puerta
del puerto de un nuevo amor.
Desde entonces siempre esucho,
la que creo mi canción:
By the time I got to Phoenix,
desgarrado el corazón.
Ya le dije que lo haría,
cuando el veneno surtía
efectos de adiós, adiós.
Mientras la quise decía:
¿qué por ella no haría yo?
A la mañana siguiente,
¡cuántas veces me llamó!
pero no comunicaba
ni yo era contestador.
Por la noche dormirá
y al oído del vacío
no podrá escuchar mi voz,
y al oído del vacío
querra susurrarme y ¡no!.
Después gritará mi nombre,
entenderá que su hombre,
extranjero se extrañó,
dando avisos por doquier,
desgarrado el corazón.