jueves, 7 de agosto de 2008

Una vez, cada vez


Tu playa adolescente la sal yerma
devora con su arena movediza;
el reflugir del sol que bruñe el cuerpo
sitia las posiciones del bañista,
desnudez sudorosa veraniega;
la sombrilla le encubre de ala ancha,
la sombra diminuta lo acaricia;
en torno a la comida el proletario
disfruta del bocado que conquista
tras luchar once meses con la máquina,
para dar a la prole su sustancia;
agosto, miel y mosto, dice el dicho,
"vamos de vacaciones", dice el bicho,
cuaderno Santilla en Seat viejo
a visitar la playa de la abuela,
es decir, medio arroyo sin el agua
en España profunda de garganta,
el mar de los asurdos que se oservan,
del pos, del estomago, de inorancia,
vergel, locus amoenus del lingüista.
Nonagenaria madre de la madre
le casca una obviedad irrefutable
al nieto sin arraigo jovenzano
que nada en depresiones sin sentido:
"hay que vivir, te digo, hay que vivir".
Allí la vida es pan y vino y puro
y cama y campo y coño y la jodienda,
aderezado todo con dos misas
de cura calavera sin más hostias.
No te lo pienses más, que es repensar,
la misma conclusión de martilleo,
de culpa, silogismo y de cabreo.
Con repensar pretendes revivir,
y cambiar el sabor a algún disgusto,
y seducir a aquella que se fue,
y repasar pasados con hilván.
Con repensar pretendes revivir,
pero el viejo más sabio y correoso
no te dirá latino: "carpe diem",
te dirá: "ni cuatro ni dos ni tres,
sólo se vive una vez, cada vez".
© by I.M.C.

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