Coloco mi coco loco
sobre el potro de tortura
del escritorio marmóreo
y dispongo guillotina
de papel y tinta negra.
Al rico coco del loco,
nutritivo pero amargo,
con sabor descomunal
de muerte por una idea.
Con amencia languidezco
en proceso sin sujeto,
que condena a las bailongas
neuronas que se rebotan.
La corriente cerebral
fluye sin cable ni tuerca,
su choque me electrocuta,
y me chamusca la entraña;
astillándome los tuétanos,
me deja de razón huérfano;
mientras, mi meme se apaga.
El apagón descoloca
las luces del farolero
y la lengua se le traba
en una pluralidad
de máscaras que enmudecen,
yo soy él, y soy los otros
personajes de mi drama,
soy la piltrafa de Dios,
soy el dios de la piltrafa.
Aletómano me llaman,
un loco de verdad loco,
a quien las curas desahucian
y los curas amonestan
por enfermo terminal
que cava su propia tumba
de metástasis tediosa.
La fascinación de outsider
les dura cuatro segundos,
cuando se internan me internan
por mi mente manicomio,
laberinto de fantasmas
sin algún hilo de Ariadna.
© by I.M.C.
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