domingo, 3 de agosto de 2008

El tesoro de penas retorcidas

estercola la estancia del recuerdo,

La cosecha es ubérrima, neurótica;

en alcantarilla nadas, te bañas

en agua de fecal pozo ratero.

El guardián de la puerta del desván

sepultado en un cielo de humo negro

guarda con manos recias cada llave

de los dos mil cerrojos, cerraduras;

alzas un monumento a cada herida,

con cada cicatriz certificados,

actas, compulsas, números de serie;

la pátina salada de tus lágrimas

sazona las figuras del museo,

lustra lustros de daños sin reparo;

y la niebla del tiempo te conturba;

eres conservador conversador

con fantasmas de sábana siniestra;

el templo del altar de la pirámide

cuya punta se eleva estratosférica

discurre laberíntico interior;

la sinapsis, abrazo de dendritas,

talla los hematomas del cerebro,

con escalpelo tibio de palabras.

La noche se pasea con segundos

de velo de nostalgia y de jadeo

y los sueños no duermen ni descansan;

asaltan tu entrepierna y te la arrancan,

asaltan tu entrepierna y te la sacian.

La noche del esclavo de deseos

te encadena al colchón y almohada sola

sin látex de condón ni de muñeca.

Vuelves la vista atrás horrorizado,

preguntas sorprendido: ¿sigo vivo?;

tus voces te responden, coro rítmico,

“sí si, si sí”, ¿aserto?, ¿condición?.

Abandona tu cargo, comisario

de exposición de llanto en cada cuadro;

demuele las paredes y construye

con las manos desnudas , con cal blanca

con cemento de mármol un palacio,

de pureza ganada al dolor rancio.

Todo cuanto importaba tú conservas,

todo cuanto aprendiste no se olvida,

mereces ganador un nuevo espacio.

© by I.M.C.

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