¡Qué seductora dama, no envejece!
Ella que te acaricia con su peine,
luego clava sus púas en tu testa.
Te ofrece un bebedizo del demonio,
tres partes de heroína y una de agua
en copa intravenosa de mal émbolo.
El barman te da charla mientras piensas
si la tomas ahora o si la esperas.
El cubil de negrura sigue abierto
por si queréis subir en noche eterna
para asfixiar alivios y tristezas,
en un abrazo único de sangre
entre lector podrido virginal
y dama donjuanesca pero fiel,
pues jamás, como mantis, deja amantes.
Si la vida en el juego movió ficha
y mano perdedora repartió
y cartas una a una de ceniza
y si perdió el ludópata afición,
el guiño de la vida fue farol,
el tapete es injusto y la ruleta
y Dios tiene bastante con su dado.
Las luces de la sala ya se apagan
y no hay amor sin pago ni saber
ningún as en la manga ni baraja,
ni apuesta ganadora ni parné.
Y el pago del cartón no es dinerario
sino en divisa horaria y vitalicia.
La dama mira el juego en la distancia
designa con los ojos la matanza.
Si alguno tiene prisa por yacer
tumbado en coito triste interrumpido
y siente que guadaña ya segó
todo cuanto importaba o importó,
si en alguien no hay olvido ni perdón,
que no espere su turno según lista
y corra voluntario hacia el salón,
el baile con la muerte es lo mejor.
© by I.M.C.
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