El fin del mundo está lejos
para quien cierra los ojos;
el fin del mundo está cerca
para quien, terco, no cierra,
por saltar verjas y cercas,
de verdades y de ciencias,
axiomáticas lindezas.
Cada segundo apresura
su paso de ritmo vivo
por dejar atrás el tiempo
pegando un tajo al ayer:
el corte entre dos minutos
abre un abismo incolmable,
de muerte vivificante.
El progreso de lo humano
significa hacia delante,
pero no mejor, más grande.
La finalidad del mundo
se busca en principio activo,
la finitud de la fisis,
que conlleva la catarsis
de existir sólo un ratito,
imperfecto acabamiento.
La finalidad del mundo
se confunde con el fin,
un camino en que confluyen
los objetivos divinos
con la nada del no-ser,
donde Dios no muestra esencia
porque su estar es de muerto.
El que cruza por aquí
busca muerdos de ternura,
sales de amor y de lucha,
platos de fuerza o fortuna.
Quiere salir de espesura,
abrir un claro boscoso
donde vivir vida buena.
Quiere que la luz penetre
entre ramas enmohecidas,
de vida grisácea y fina.
La querencia sin paciencia,
si el fin del mundo está cerca,
queda machacada y yerta,
sólo queda la certeza
de quien vive sin cabeza
y dice, con aspereza,
que ignorancia es su sapiencia.
La querencia sin paciencia,
si el fin del mundo está lejos,
se pone tensa y erecta,
cada día busca pozos,
donde adentrar caña y pesca,
sabe que sabe y que goza
entre los cantos de libros
y las esquinas de mozas.
Vivid sin una apetencia
y apeteced vuestra vida,
que es muy corta la partida
y muy larga la derrota
del cadáver en la lona.
© by I.M.C.
No hay comentarios:
Publicar un comentario