sábado, 15 de noviembre de 2008

El fin del mundo y su finalidad

El fin del mundo está lejos

para quien cierra los ojos;

el fin del mundo está cerca

para quien, terco, no cierra,

por saltar verjas y cercas,

de verdades y de ciencias,

axiomáticas lindezas.

Cada segundo apresura

su paso de ritmo vivo

por dejar atrás el tiempo

pegando un tajo al ayer:

el corte entre dos minutos

abre un abismo incolmable,

de muerte vivificante.

El progreso de lo humano

significa hacia delante,

pero no mejor, más grande.

La finalidad del mundo

se busca en principio activo,

la finitud de la fisis,

que conlleva la catarsis

de existir sólo un ratito,

imperfecto acabamiento.

La finalidad del mundo

se confunde con el fin,

un camino en que confluyen

los objetivos divinos

con la nada del no-ser,

donde Dios no muestra esencia

porque su estar es de muerto.

El que cruza por aquí

busca muerdos de ternura,

sales de amor y de lucha,

platos de fuerza o fortuna.

Quiere salir de espesura,

abrir un claro boscoso

donde vivir vida buena.

Quiere que la luz penetre

entre ramas enmohecidas,

de vida grisácea y fina.

La querencia sin paciencia,

si el fin del mundo está cerca,

queda machacada y yerta,

sólo queda la certeza

de quien vive sin cabeza

y dice, con aspereza,

que ignorancia es su sapiencia.

La querencia sin paciencia,

si el fin del mundo está lejos,

se pone tensa y erecta,

cada día busca pozos,

donde adentrar caña y pesca,

sabe que sabe y que goza

entre los cantos de libros

y las esquinas de mozas.

Vivid sin una apetencia

y apeteced vuestra vida,

que es muy corta la partida

y muy larga la derrota

del cadáver en la lona.

© by I.M.C.

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