Yo vivo en una ausencia que me envuelve,
cual dosel de neblina o de tristeza,
como niño burbuja en dura cuna.
Nadie canta una nana por la noche,
suena el silencio hueco de la nada,
el polvo abofetea cara sana,
bailan las soledades en la sala.
Incluso el yo nacido de cesárea,
cesura de existencia sincopada,
grita sin solución disueltos aes,
adornados con hache en su final,
para ilustrar así propios pesares.
Vivo, pues, en ausencia descompuesta,
un papel de regalo no eligido,
envuelve mi presencia en este mundo.
Palabras del poeta suenan hueras,
quejidos literarios, pura estética.
Dice que nacimiento es promisorio,
de llevar vida buena, santa, noble.
Degusto mientras tanto rara muerte,
con andar hormiguero un sinvivir,
que sisa mansamente los minutos
al paso que soñamos futuribles
en ausencia envolvente, sempiterna.
Arrancado de cuajo al ser del Ser,
dejo la ontología en una esquina,
cortante como sable de barbero,
que no sabe elegir oreja o cuello.
Ya no me queda yo, ficción perversa,
ni vida que vivir, ni alma, gélida.
El No-Ser devoró lecho de ausencia.
Ahora ni estoy ni soy,
flujo de inexistencia.
Ni velo, ni envoltura, ni persona,
ni sujeto, ni verbo, ni sentencia,
ni elipisis tracionera, ni quehaceres,
ni pasiones, sólo aniquilamiento.
Los puntos supendidos del gramático
...
Sin eco un epitafio ni lectores
el silencio perpetuo de la muerte.
© by I.M.C.