Si me matas esta noche,
con un beso de ésos tuyos,
que me exploran las entrañas,
si me matas con la lengua,
qué alegría.
asfixiarme en tu jadeo,
bonzo de ajena pasión.
No dará pena la anorgasmia celeste
ni el sexo de los ángeles.
Me llevo trozos de ti,
te dejo trozos de mí,
Carne procesada, fiambre.
Si me linchas esta noche,
con un abrazo de mantis,
que me mate con su tantra,
si me matas con tus labios,
qué alegría.
Te dejaré lo cotidiano:
los días lentos, perezosos,
el frío de las mañanas,
los insomnios de hipoteca,
los finales de mes sin un clavel,
las miserias rumiantes, rumorosas,
los pecadillos y lo imperdonable,
las discusiones tontas y las guerras
sordas.
Esculpe, con mi recuerdo,
para mí que te quiero pero más
quiero morirme antes por no sufrir
la ausencia de tu presencia, o peor,
la presencia de tu ausencia,
escúlpeme, te pido, escúlpeme
un busto en tu cerebro más bonito
con las noches alegres, con los juegos,
con el sudor templado del embate,
con el pellizco dulce del reproche,
con la caricia niña de las bromas.
Perdóname si cada día
fui egoísta hasta morir.
Prefiero marchar primero
y, con los pies por delante,
reposar en el olor
a santidad de tus besos.
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