El crear del descreído
no es un empeño vacío,
son palabras hechas carne,
sangre fresca al rojo vivo,
tinta para papel blanco,
de la fuente bombeante:
corazón que si pensase,
pararse decidiría;
corazón que si pensase
decidirse, pararía.
El poema suena estático
pero es hijo meditado,
en parto melodramático,
de vivencias semilleras
y claustros hechos añicos,
después de vaivén dialéctico,
entre erótico y patético.
El olvido de un recuerdo,
estilizado en sus formas,
pierde, lógica abstracción,
la materia con sus ondas.
El recuerdo de un olvido,
se remonta hacia futuros
que de ser ni habrán ni hubieron
y en su vuelo sin comienzo
quiere, sin pájaro, trino.
El poeta, creador,
no necesita de espejos,
pues, vampiro de sentires,
su imagen no se refleja
en el cristal de la plata
que proclaman sus palabras.
Volver a mirar las cosas,
los cuerpos de las personas,
sus ojos, sus ademanes,
le induce, milagro viejo,
reflexiones novedosas.
© by I.M.C.
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