ni las esquinas oscuras,
donde abrazabas, a miles,
a hombres de pasión de tigre.
No me importa si una noche
el amor hecho blancura
te salpicó por la cara,
o penetró en tu garganta.
Yo también necesité
besos que no fueron besos,
manos que fueron las mías
recorriendo propia piel;
yo también tomé prestado
amor de saldo y barato.
¿Y para qué preguntar?
Si podemos levantar
un gran plural sin final,
un dual estereofónico
que apague la soledad.
¡Que suenen las letras suaves
y que queramos bailar
fundidos en una sombra,
en abrazo vertical!
© by I.M.C.