Las gotas de la clepsidra,
segunderas, se deslizan;
en la frente, toboganes
curvas, arrugas, estrías.
en la frente, encanecida,
el hollín de la ceniza.
Nada queda del esplendor caliente,
que alumbró, de golpe, las regiones
del otrora imperial mundo divino:
henchido de una luz, sin par, sin cese,
supo escribir del gozo los renglones.
Todo se marchitó en recuerdo-olvido.
Desde entonces protesta el vil demiurgo,
prostático, protésico, quirúrgico,
al ser presa rendida de ansia lenta,
como la del que goza orgasmo ajeno,
pues quiere repetir hitos perfectos,
pero infinitamente falta tiempo.
En su cedazo secreto,
aparato de criba fementida,
mezcla de razón y ensueño,
el escombro del pasado,
la chatarra de los días,
las heces sin vino viejo,
el orín a contraviento
se convierten, por el filtro,
en piedra filosofal
en alquímico metal
en crístico merendar
(bocadillo de maná),
en oro de buen quilate.
El corazón enloquece,
cuando empieza a bombear,
si algún día lo pensase,
decidiría parar.
El corazón se construye
una atalaya al antaño,
un torreón contra muerte,
un lugar donde la vida
aún se sentía fuerte.
Hecho de niebla y mentira,
de lo que no pudo ser,
de lo que quisiste fuera,
el recuerdo te consuela.
© by I.M.C.