domingo, 3 de agosto de 2008

Autocrítica

La plantilla del muro lamentoso

realza con colores de graffiti

la trinchera antiatómica del hombre,

un fresco a la penuria parabellum

pintado con chuchillo ensangrentado.

Invitas a la bala a disparar,

granada de mortero y bomba fétida

decoran como piercing su fachada.

Ideología bélica de eunuco

entona de ebriedad arengas burdas

la elite que se salva crucifica

los hijos y los padres de un don nadie,

mientras conserva salvos los retoños

nacidos de su semen y su oro;

la guerra por la tierra de los padres

exalta a los obreros de la muerte

que luchan por la patria que no existe

y expiran con nobleza soldadesca.

La lectura conjura demagogia,

al hacer la cosecha de las letras,

que son dispuestas juntas un sentido.

Dominado por miedos sin razón,

el ciudadano anónimo del barrio

contemplativo advierte fotogramas

que cruzan como aviones la pantalla.

La alteridad no existe en nuestro mundo;

Por eso mismo es nuestro, nuestro mundo,

porque nosotros somos todo un yo,

como dice Platón en su República;

La maquina total totalitaria

necesita eugenesia, buena raza,

necesita peones con estómago,

reclama militares corazones,

y cerebros dementes de filósofo.

Es bueno proyectar conjuraciones

contra caciques viejos como el tiempo,

contra caspa lechosa gobernante,

contra rural global caverna humana.

Sin embargo primero miraría

las entradas traseras y la escuadra

de las propias ideas y actitudes:

“preparemos la fiesta alternativa,

yo organizo, tú sirves, tú cocinas,

yo relaciono gentes, vendo libros,

tú limpias en la barra y barres todo.

tú estás detrás, mujer; y yo, delante.

Del hombre es el soltar y el penetrar,

defender y luchar por su camada,

instinto natural involuntario”.

La distinción del género, con todo,

no impone diferencia en lo social;

la patraña teórica no vale,

sólo salva en la vida la justicia.

© by I.M.C.

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